José ‘Pepe’ Mujica, expresidente de Uruguay y uno de los líderes políticos más influyentes de América Latina, falleció este lunes a los 89 años. El exmandatario murió tras luchar durante meses contra un cáncer de esófago que en sus últimas etapas comprometió también su hígado.
Conocido por su humildad, su estilo austero y sus discursos cargados de reflexión social, Mujica lideró Uruguay entre 2010 y 2015 y marcó una era en la política de la región. Su legado trasciende su gestión como jefe de Estado, al convertirse en símbolo de honestidad y coherencia política.
El 29 de abril de 2024, Mujica anunció públicamente su diagnóstico durante una rueda de prensa. Reveló que padecía un tumor en el esófago y que, debido a su edad y a una enfermedad inmunológica que sufría desde hace más de 20 años, enfrentaría un tratamiento complejo. “Es algo muy comprometido”, dijo en aquel momento. Luego fue sometido a radioterapia y a una intervención quirúrgica en diciembre para colocarle un stent que le facilitara la alimentación.
A inicios de 2025, Mujica concedió una entrevista en la que, con la serenidad que lo caracterizaba, reconoció que el cáncer se había extendido a su hígado y que ya no era candidato a tratamientos agresivos. “Me estoy muriendo”, dijo con una franqueza conmovedora, sin dramatismo, pero con la claridad de quien comprendía su proceso.
Hasta sus últimos días, Mujica vivió en su modesta chacra ubicada en las afueras de Montevideo, junto a su esposa, Lucía Topolansky, también figura clave del Frente Amplio uruguayo. Allí cultivó su filosofía de vida, lejos de los lujos del poder y cerca de la tierra, rodeado de sus animales y sus libros.
José Mujica fue mucho más que un expresidente. Fue un referente moral y político que inspiró a generaciones dentro y fuera de su país. Desde su pasado como guerrillero tupamaro hasta sus años como legislador, ministro y presidente, siempre fue fiel a sus principios de justicia social, equidad y respeto por la dignidad humana.
Su partida deja un vacío en la política latinoamericana, pero también una huella profunda en la memoria colectiva de quienes lo admiraron por su discurso humanista y su forma honesta de hacer política. Uruguay y el continente le rinden homenaje a un hombre que convirtió la sencillez en su más grande revolución.