Las rutas del narcotráfico que conectan América Latina con Estados Unidos han vuelto a quedar en el centro del debate internacional luego de que el gobierno norteamericano reforzara sus operaciones militares contra embarcaciones cargadas con estupefacientes.
El secretario de Estado y asesor de seguridad nacional, Marco Rubio, fue contundente al referirse a la estrategia estadounidense al declarar: “Si la gente quiere dejar de ver a las narcolanchas explotar, que dejen de enviar droga a Estados Unidos”. La frase refleja la línea dura que ha adoptado la administración de Donald Trump frente al tráfico marítimo de drogas, una de las principales vías utilizadas por los carteles latinoamericanos.
Desde el 2 de septiembre, las fuerzas armadas estadounidenses han ejecutado múltiples ataques en el Caribe y, más recientemente, extendieron su alcance al océano Pacífico. En total, las operaciones han dejado 57 personas muertas. El episodio más reciente ocurrió el martes 28 de octubre, cuando cuatro lanchas fueron atacadas, dejando un saldo de 14 fallecidos.
De acuerdo con el Departamento de Defensa de EE. UU., los operativos buscan interceptar embarcaciones procedentes principalmente de Colombia, Venezuela y Centroamérica, que transportan cocaína hacia México y, posteriormente, al territorio estadounidense. La Secretaría de Marina de México (Semar) informó que se mantiene una búsqueda en curso de un posible sobreviviente a 400 millas de la costa de Acapulco.
Washington sostiene que la mayoría de los cargamentos ilícitos viaja a través del Caribe y el Pacífico oriental, aprovechando la geografía dispersa y la limitada capacidad de control marítimo en la región. En paralelo, el gobierno estadounidense ha calificado a varios carteles latinoamericanos como “organizaciones terroristas”, lo que amplía el rango de acción militar y de inteligencia en su contra.
Estas operaciones, aunque defendidas como una estrategia para frenar el narcotráfico, han generado controversia por el número de víctimas y por la falta de coordinación con los gobiernos de los países de origen y tránsito. Mientras tanto, el flujo de drogas hacia Estados Unidos continúa mostrando la complejidad y la magnitud de una red criminal que se adapta constantemente a las medidas de control internacionales.


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