Aunque Colombia ha avanzado en cobertura de acueducto, la seguridad del agua potable sigue enfrentando un enemigo invisible: el mal estado de las redes de conducción. Expertos advierten que de poco sirve invertir millonarios recursos en plantas de tratamiento si el agua, en su recorrido hacia los hogares, atraviesa tuberías averiadas, obsoletas o contaminadas que ponen en riesgo la salud de millones de personas.
El problema es especialmente sensible en zonas rurales, donde cerca del 20 por ciento de los hogares aún no cuenta con agua apta para el consumo humano, según cifras recientes del DANE. En las ciudades, la situación no es menos preocupante: muchas redes de acueducto tienen décadas de antigüedad y presentan corrosión, fugas y uniones defectuosas que facilitan la entrada de contaminantes al sistema.
Las filtraciones y grietas permiten que aguas residuales, bacterias y sustancias del suelo ingresen a las tuberías de agua potable, un fenómeno conocido como presión negativa, que incrementa el riesgo biológico. A esto se suma que algunos materiales antiguos, al deteriorarse, pueden liberar metales pesados y compuestos tóxicos que afectan la calidad del agua. La Organización Mundial de la Salud ha sido clara en advertir que el consumo de agua contaminada está directamente relacionado con enfermedades gastrointestinales agudas, especialmente en niños y poblaciones vulnerables.
Desde la industria, el llamado es a entender que la infraestructura hídrica es también un tema de salud pública. Yurani Palacios, gerente de Sostenibilidad y Responsabilidad Social de Pavco Wavin, señala que una tubería dañada no solo representa pérdidas de agua, sino una ruptura en la barrera sanitaria que protege a las comunidades. Asegura que invertir en redes herméticas, duraderas y no corrosivas es, en esencia, invertir en el bienestar de las familias colombianas.
La magnitud del desafío también se refleja en las cifras de pérdida de agua. Datos del Ministerio de Vivienda y la Superintendencia de Servicios Públicos indican que en algunos municipios del país se pierde más del 40 por ciento del agua potable por fallas en las redes. Cada fuga no solo significa un desperdicio económico y ambiental, sino un punto crítico por donde puede ingresar contaminación.
Ante este panorama, la modernización de las redes se vuelve una prioridad. La industria ha desarrollado soluciones con materiales más resistentes, no corrosivos y de fácil instalación, que reducen el riesgo de filtraciones y prolongan la vida útil de los sistemas. Sin embargo, expertos coinciden en que el reto requiere un trabajo conjunto entre el Estado, las empresas de servicios públicos y el sector privado.
Mientras tanto, desde los hogares también se pueden tomar medidas preventivas. Revisar periódicamente las tuberías visibles, reportar fugas, exigir materiales modernos en reparaciones y no subestimar los riesgos de las redes antiguas son acciones clave para proteger la salud. Garantizar agua segura no depende solo de lo que ocurre en las plantas de tratamiento, sino de cuidar esa infraestructura invisible que, día a día, lleva vida a cada hogar del país.


ESCÚCHANOS EN LAVIBRANTE RADIO 📻







