Colombia atraviesa una seria alerta sanitaria que afecta a más del 60 por ciento de su población: el sobrepeso y la obesidad. Esta condición, que muchas veces pasa desapercibida, se ha convertido en uno de los principales factores de riesgo para el desarrollo de enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión, los males cardiovasculares, respiratorios, deterioro cognitivo e incluso varios tipos de cáncer.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el mundo existen más de 2.500 millones de adultos con sobrepeso y cerca de 890 millones con obesidad. Pero el panorama se torna aún más alarmante al hablar de la población infantil. Se estima que más de 390 millones de niños y adolescentes entre los 5 y 19 años presentan sobrepeso y, de ellos, 160 millones padecen obesidad. En Colombia, esta realidad también golpea con fuerza a los más jóvenes, comprometiendo su desarrollo físico, emocional e intelectual.
Las consecuencias son contundentes: el 75 por ciento de las muertes que ocurren en el país están relacionadas con enfermedades crónicas no transmisibles, muchas de ellas originadas por hábitos alimentarios inadecuados y falta de actividad física.
Más allá del impacto en la salud, esta problemática representa una fuerte carga económica para el país. Se calcula que Colombia pierde anualmente cerca de 2,4 billones de pesos por enfermedades asociadas al sobrepeso y la obesidad, incluyendo costos médicos directos, gastos de bolsillo familiares y pérdidas en productividad. Para las familias, los gastos pueden llegar hasta los 2,5 millones de pesos por niño o adolescente afectado, agravando su situación financiera.
Uno de los factores que alimenta esta crisis es la alta exposición de niñas, niños y adolescentes a la publicidad de productos ultraprocesados y bebidas azucaradas. Frente a esta situación, especialistas como el doctor Alejandro Rivas, gerente de la Red Médica de emi Falck y Faculty en el Centro de Entrenamiento CEMI de la American Heart Association, destacan la importancia de adoptar hábitos alimenticios saludables desde la infancia.
“Una buena alimentación, iniciada desde los primeros años, tiene efectos directos en la prevención de enfermedades crónicas en la adultez. Pero lo más importante es que cuando las familias se involucran en el proceso, desde elegir los alimentos hasta cocinar, se generan lazos y aprendizajes que fortalecen la salud integral de todos sus integrantes”, explicó Rivas.
Además de las recomendaciones médicas, la alimentación consciente y compartida en familia es una herramienta poderosa. Comer en casa, planear juntos las comidas, enseñar sobre nutrición y evitar prácticas poco saludables puede marcar una diferencia significativa.
Desde emi Falck se reafirma el compromiso con el bienestar de las familias colombianas, brindando acompañamiento, herramientas y espacios de orientación para padres y cuidadores. La meta es clara: prevenir, educar y apoyar para enfrentar esta creciente crisis de salud pública que afecta tanto a niños como adultos en el país.