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Las tres santeras que tienen aburridos a vecinos en la localidad de Fontibón en Bogotá

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Una pequeña columna de humo sobre el techo de una casa situada en la carrera 137 con calle 12, en el barrio Casandra, en Fontibón, le hace saber a Gabriela Manjares que se ha iniciado una nueva sesión.

La santería es un culto que practican desde hace siglos los afrocubanos y fue adoptado por el resto de Latinoamérica. Actualmente, Haití, Venezuela y Cuba son los países con mayor sabiduría sobre estos temas, y si bien para muchos es un asunto que despierta temor, para otros es totalmente normal.

Gabriela es una vecina del barrio Casandra que está cansada de llamar a la policía cuando cae la noche y desde esa casa se empiezan a emitir ruidos inquietantes. “Yo soy muy católica y no comparto esa brujería, esas señoras dicen que no es brujería, pero sí lo es, cantan fuertemente y un día mi hermano se montó en una banca y vio por un hueco en la pared cómo hacen baños y sus ritos satánicos”.

Un patrullero de la Policía Nacional adscrito al CAI de la calle 13, que se encarga de ese cuadrante, habló de este caso. Él asegura que no es mucho lo que se puede hacer en un caso como este. “Al principio, los vecinos llamaban mucho, yo llevo ya tres años en este cuadrante y al principio era muy constante recibir las llamadas a las 7 u 8 de la noche para que viniéramos a ver porque en esa casa siempre había ruidos extraños, pero aparte de tocar la puerta y preguntar si todo está bien –porque los vecinos reportan perturbación a través del ruido– y pedirles que bajen los decibeles, no es más lo que podemos hacer”.

Cada día por la tarde, siempre a la misma hora, Martha, Coraima y Yisleidis tienen una cita que les representa poder tener ingresos para sobrevivir, pero también una conexión con un mundo poco conocido. Son leedoras de tabaco y de cartas. “Esto es un talento con el que se nace, a mí me enseñó mi mamá, vivíamos en Valencia (Venezuela) y desde niña siempre la veía cómo llegaban todas las noches muchas mujeres. Mi madre, que en paz descanse, nunca me dejó acercar a ver esas reuniones y mi papá lo odiaba, él no vivía con nosotros y no le gustaba irme a recoger y que oliera a tabaco mi ropa”, cuenta Martha, una de estas mujeres que sabe, a sus 40 años, que esto le puede traer más cosas malas que buenas, pero que es la única forma que conoce para enviarles dinero a sus cinco hijos en Venezuela.

Por su parte, Coraima asegura que no nació con ese talento, pero un día su hermana la llevó a que le leyeran el tabaco y se dio cuenta de que podía ser un oficio, ya que a sus 17 años tenía que ayudar a su familia y el trabajo estaba muy malo.

“Tengo más de 10 años haciendo esto; desde que mi hermana me llevó por primera vez, decidí aprender y me di cuenta de que no era tan difícil leer el tabaco y obviamente con el tiempo conseguí ver un poco más allá; don que me han dado los espíritus porque yo soy muy juiciosa con mis peticiones y con las pagas que les debo”, asegura Coraima.

Pedro Guzmán, encargado de la junta de acción comunal del barrio, asegura que están en proceso de recoger firmas para que el dueño de la casa las saque de ahí “y dejen de traer el mal al barrio”, ya que en esa cuadra la delincuencia se ha incrementado mucho, según Pedro, por los malos espíritus que ellas atraen.

El patrullero, asegura que el aumento de la delincuencia ha sido generalizada en el barrio y toda la localidad.

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