El humo blanco volvió a elevarse desde la chimenea de la Capilla Sixtina, confirmando al mundo la elección de un nuevo Papa. A las dos de la tarde de este jueves, el tradicional símbolo de consenso apareció sobre el cielo romano, marcando el inicio de una nueva etapa en la historia de la Iglesia católica. La elección se produjo en el segundo día de deliberaciones, en el que 133 cardenales electores, menores de 80 años, se reunieron bajo el máximo secreto para escoger al sucesor del papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril a los 88 años.
Este cónclave, considerado el más numeroso y heterogéneo de la historia, refleja el legado descentralizador de Francisco, quien promovió una Iglesia global y menos concentrada en Europa. Con cardenales provenientes de todos los continentes, la elección fue fruto de amplios debates y una visión compartida sobre la necesidad de un liderazgo pastoral, cercano a las realidades humanas y preparado para afrontar los complejos desafíos del mundo actual.
Los días previos al cónclave estuvieron marcados por las ‘Novendiales’, las tradicionales nueve jornadas de luto y oración tras el fallecimiento de un pontífice. Durante ese tiempo, los cardenales participaron en 12 congregaciones generales en las que compartieron inquietudes sobre el futuro de la Iglesia y el perfil deseado para el próximo papa. El portavoz vaticano, Matteo Bruni, resumió el sentimiento general: “un pastor presente, cercano, constructor de puentes, guía espiritual en un mundo marcado por el conflicto, el cambio y la desconexión”.
Entre los desafíos que deberá asumir el nuevo líder de los católicos figuran el fortalecimiento de la unidad dentro de una Iglesia dividida, la lucha contra los abusos sexuales, la defensa de los migrantes como don y compromiso pastoral, el diálogo interreligioso, la renovación financiera del Vaticano, y la acción firme frente al cambio climático. También, deberá mantener la voz moral de la Iglesia en escenarios de conflicto como Ucrania y Gaza, conflictos sobre los cuales los cardenales emitieron llamados urgentes a la paz durante las congregaciones.
Uno de los llamados más insistentes fue que el nuevo Papa continúe el enfoque samaritano impulsado por Francisco, una Iglesia que no se encierra en sí misma, sino que acompaña, escucha y actúa. “Una Iglesia misionera, capaz de llevar el misterio de Dios al corazón de cada hombre y mujer”, señalaron los cardenales en los intercambios previos a la votación.
La jornada de este jueves quedará registrada como el comienzo de una nueva etapa para la Iglesia católica. Aunque aún se espera la tradicional aparición en el balcón central de la Basílica de San Pedro para conocer la identidad del nuevo pontífice y su nombre papal, el ambiente de esperanza, expectativa y renovación se siente ya en cada rincón del Vaticano. El mundo entero observa con atención los pasos del nuevo Sucesor de Pedro, llamado a guiar a más de 1.300 millones de católicos en un momento clave para la humanidad.