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Por medio de Misiva se confirmaría la presunta aproximación entre el pacto histórico y grupos criminales

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A pesar de haber negado, con insistencia, el Pacto de la Picota, forjado entre los distintos representantes de Gustavo Petro y los líderes del narcotráfico prisioneros en la cárcel de La Picota; hoy ha salido a la luz una carta que confirma las aproximaciones entre los grupos criminales y el Pacto Histórico.

En dicha carta, los firmantes aseguran que «llega a la dirección de nuestro país un hombre y su equipo que nos tienen en cuenta». ¿Cómo los tuvieron en cuenta? Pues con las visitas a las cárceles, las promesas de «perdón social» y la garantía, por debajo de la mesa, de impunidad.

La carta, melosa y justificadora de los desmanes y crímenes cometidos por los narcoparamilitares, habla de unión, de paz con justicia social, de diálogo, reconciliación, desarme, aporte a la verdad, reparación y no repetición. Para el lector desprevenido puede parecer un listado de aquello que necesita el país para alcanzar la concordia.

 la carta menciona, por ejemplo, la justicia restaurativa, que consiste en concentrar la atención en las necesidades de las víctimas y también de los autores y responsables del delito, excluyendo el castigo para los delincuentes a quienes evita estigmatizar.

el Clan del Golfo viene utilizando la fachada política denominada Autodefensas Gaitanistas de Colombia. Pues bien, debajo de la firma del narcoparamilitar «Gordolindo», aparece el nombre político del Clan, encabezando el listado de grupos armados al margen de la ley que hicieron acercamientos con el nuevo gobierno, para sentarse a negociar un acuerdo de «paz».

La carta de los narcoparamilitares recibió un fuerte espaldarazo por parte de las antiguas FARC, quienes expidieron un comunicado afirmando que valoran la disposición de diálogo de los narcotraficantes, pues han «planteado en diversas declaraciones y espacios, la urgencia que representa para el país la firma de una paz completa».
Así las cosas, la «contraparte de la guerra», más exactamente el cartel rival en el negocio de las drogas, abre los brazos para recibir a sus colegas en un acuerdo que, aspiran, también les permita llegar a las posiciones de poder que hoy ostentan los terroristas de las FARC.
De esta manera quedó oficializado el Pacto de la Picota, con las pretensiones de perdón social e impunidad, pero cuidándose de no mencionar la entrega de rutas del narcotráfico, o la destrucción de cultivos o la eliminación de los laboratorios: la carta define los pormenores del narcoestado en el que se convertirá Colombia a partir del 7 de agosto.