Ni los animales se han salvado de las jornadas de protesta en Colombia

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Caos y destrucción han dejado las tres semanas de paro nacional en el que ni los animales se han salvado, víctimas silenciosas y no menos importantes de las jornadas de protesta en Colombia, que iniciaron el pasado 28 de abril.

¡Cientos!, entre perros, gatos y animales silvestres han resultado lesionados, algunos llevados por sus propios tenedores a grandes aglomeraciones, pero como dice el dicho: “los animales de compañía son fieles hasta la muerte”. Otros, conocidos como “callejeros” o animales de cuadra, que se han visto forzados a huir del lugar donde diariamente eran alimentados, resguardados y cuidados, deambulando por las calles, tratando de volver a su lugar de origen.

El panorama es lamentable, quemaduras, lesiones de piel, heridas profundas, irritación en sus ojos, problemas auditivos, sufrimientos y miedos, incluso, aunque parezca difícil de creer, algunos animales han sido pintados por manifestantes para demostrar su inconformismo frente a la desconexión actual entre el Gobierno, el pueblo y sus necesidades, donde estas víctimas silenciosas no pueden exigir por sus derechos, pero sí están en medio de una lucha que no les pertenece.

Catalina Rivera Forero

Uno de los casos que generó más desconcierto entre los colombianos, fue el de dos perritas atropelladas por la minga indígena en su paso por Popayán, casos que se están repitiendo casi a diario, lamentablemente. Pero los animales de compañía no son los únicos que han resultado gravemente afectados, los bloqueos en las vías intermunicipales han causado que los animales de granja no puedan recibir atención oportuna y, en los peores de los casos, ni siquiera los cuidados básicos como la alimentación, muchos quedan abandonadas a su suerte o mueren atrapados en furgones o en sus propias granjas, por un conflicto sobre el cual no se vislumbra ninguna solución.

Y ni hablar del brutal maltrato que se ha presentado en algunos municipios, en donde ni siquiera los cerdos pudieron escapar de la irracionalidad del ser humano, que se creía superada, pero que desafortunadamente sigue presente y latente en este país.

El estallido social del país nos puede conducir por sendas insospechadas, con graves consecuencias, no solo para los ciudadanos, sino también para estos seres sintientes, condición que fue reconocida por normas constitucionales y legales, sujetos de especial protección.

Como colombianos pedimos una pronta solución que conduzca a acuerdos que preserven la vida de los ciudadanos y los animales, el irrespeto por la vida y la indiferencia por la muerte de un ser vivo no pueden seguir siendo el pan de cada día.

Se hace necesario que desde ya y desde casa, podamos escalar los cuidados y las medidas que se deben tomar en estos difíciles momentos para salvaguardar la vida de nuestros animales y garantizar su bienestar.

Por eso, si tienes un animal de compañía:

  • No lo expongas, al sacarlo a manifestaciones queda vulnerable a todo tipo de agentes perjudiciales.
  • Si se presentan manifestaciones o disturbios no lo dejes salir solo, ante cualquier estímulo puede perder su sentido de la orientación y perderse.
  • Es necesario protegerlos de los ruidos, sean gritos, estruendos o el famoso “cacerolazo”, lo puede poner nervioso y ansioso. La música relajante es una buena técnica para calmarlos.
  • En estos momentos, es necesario que el animal este identificado, frente al temor generado por los ruidos o la ansiedad del movimiento, el animal de compañía puede escapar y ante este desafortunado hecho lo más efectivo es que esté identificado con una placa y el microchip.

Pero si no es un animal de compañía y ves vulnerable a un animal de calle, también puedes hacer la diferencia, si te encuentras con un animal herido: recógelo, ofrécele comida y agua, brindarle asistencia médica, si es necesario y resguárdalo por unos días, por lo menos mientras se recupera y puede retornar sin correr ningún tipo de riesgo.

Hacer la diferencia empieza desde casa y con los más vulnerables, nuestros animales.

 

Por: Catalina Rivera Forero

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