En la memoria de José Aristóbulo Convers, siempre estuvo presente el 19 de mayo de 1951, cuando viajó de Colombia a Corea, integrando el batallón que salió en un buque desde Buenaventura. Un recorrido treinta y tres días que sería el inicio de la mayor de sus hazañas, llevando el orgullo de ser colombiano.

Su hijo Jairo Convers, dice que «hablar de mi padre es sinónimo de amor, respeto y calidez humana. Un hombre que nos deja un legado por su amado país, siendo parte del ejército con la guerra y luego como policía».

Durante casi treinta años llevó en el corazón el verde de su uniforme de militar y policía, y el recuerdo intacto del tiempo que estuvo en Corea, de donde muy pocos lograron salir con vida.

«Ellos tuvieron que enfrentar situaciones en las que incluso el ejército americano no era tan aguerrido como el pueblo colombiano. Ellos elogiaron al ejército colombiano, decían que habían estado en muchas guerras pero que les había faltado conocer la valentía de los colombianos.», dijo su hijo, Armando Convers.

José Aristóbulo era oriundo de San Francisco, Cundinamarca. En medio de una larga vida al servicio de la patria conoció en Antioquia a Lucila Restrepo De Convers, su gran amor. Juntos se radicaron en Santander hace 55 años, donde formó una familia numerosa… Ocho hijos, quince nietos y tres bisnietas. Toda una descendencia que, a la que cada 20 de julio, el corazón se le llenaba aún más de orgullo al verlo hacer parte del desfile en que se reconocían a los héroes de la patria.

«Algún día, mi papá me dijo que en esta vida algunos nacen millonarios y otros afortunados… pero los afortunados nacemos con familia y amistad, las cuales son riquezas que se depositan en el banco del corazón». Comenta Jairo Convers.

Dueño de un don de la palabra envidiable y alto gusto por los caballos, José Aristóbulo era la adoración de su familia. Bibiana Estevez, nieta del ex militar comenta que “»solo conocí de él la unión de la familia y eso hacía que todo momento lo compartiéramos juntos”.