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Hijos de excombatientes de Farc y comunidad de Icononzo lanzaron su primer disco

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Hace dos años, en la vereda La Fila, en Icononzo (Tolima), los excombatientes de las Farc que lograron quedarse allí en su proceso de reincorporación y funcionarias del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se dieron cuenta de que a sus montañas les faltaba música y un espacio de recreación para sus hijos o hijas que tenían bastante tiempo libre. Así que, con la uñas, decidieron crear la escuela Semillas de Reconciliación, una apuesta para que los más pequeños pudieran acceder a una formación musical.

La escuela nació como una iniciativa de Angie Juliana Zambrano, quien además de pertenecer a PNUD es música y toca la flauta traversa. Ella le pidió ayuda a sus jefes Nadia Aranguren y Juliana Correa para empezar con su idea que encantó al resto. Los excombatientes de las Farc decidieron, entonces, adecuar un salón en el Espacio de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Antonio Nariño.

Al menos 65 niños, niñas, adolescentes y adultos se vincularon. La pequeña aula pintada con notas musicales y colores vivos llamó su atención. Con la flauta traversa de Juliana y una guitarra donada empezaron con el proyecto. Sin embargo, necesitaban más instrumentos musicales y docentes.

Los comentarios del impacto positivo de la escuela llegó a los oídos de más personas dentro del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Misión de Verificación de las Naciones Unidas y la Embajada de Noruega en Colombia, que decidieron donar lo que faltaba: guitarras, xilófonos, organetas, flautas dulces, percusiones, entre otros instrumentos. También adecuaron la instalación física del espacio y promovieron el intercambio cultural con otros actores de la sociedad para empezar a abonar el terreno de la reconciliación.

Fue así como al proyecto llegó el profesor Jerson Rojas. Al principio era un alumno más, pero cuando se dieron cuenta de que era músico empírico y componía, lo invitaron a dictar clases. El aprendizaje fue intenso ese primer año. Había una meta clara: aprender a manejar los instrumentos y algún día grabar un disco.

“Desde el primer día me impactó ver tantos niños felices y el amor de Juliana hacia ellos y la iniciativa, además del lugar donde se desarrolla: la comunidad de los exguerrilleros de las Farc. Hace seis años vivo en Icononzo y no había visto una escuela de este tipo, así que todo eso me inspiró a componer. Llegué a mi casa y saqué la canción”, cuenta Rojas.

En medio del entusiasmo llegó la pandemia, pero los niños, niñas y profesores no pararon el objetivo del disco. En su moto, Rojas los recogía en sus veredas y los llevaba a la escuela, donde seguían aprendiendo las canciones que él compuso para ellos. Las grabó en su computador, “de manera rústica”, dice, y luego se las mostró a otras personas que se interesaron. En 2020, los integrantes de la escuela tuvieron la oportunidad de viajar a Bogotá a grabar su primer disco, llamado Sonidos de Paz.

Este disco cuenta con una recopilación inédita de cinco canciones, la mayoría compuestas en la escuela y otras adaptadas como el bambuco Vivo en un país, del compositor Víctor Hugo Reina. Todas son el resultado de la ilusión de poder compartir con Colombia y el mundo mensajes transformadores que permitan tender puentes de diálogo, memoria, unión y paz desde los territorios, resaltando valores como la confianza, la amistad, la solidaridad y el perdón.

“El sonido del dolor se acabó

Se fue a las alas del viento

En el campo hay otra voz

Es la voz de los niños sonriendo”, dice su primer lanzamiento.