Una batería de ensayos de misiles y una serie de acuerdos de defensa en el Pacífico ilustran la frenética carrera armamentística regional que se está intensificando por la creciente rivalidad entre Estados Unidos y China.
Según los datos del Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo, solo en el 2020, la región de Asia y Oceanía destinó más de medio billón de dólares para sus ejércitos.
«Hay un poco de frenesí en el Indo-Pacífico para rearmarse», afirmó el profesor John Delury. «Hay un sentimiento de que todo el mundo lo está haciendo», añadió.
En apenas 24 horas de esta semana, Corea del Norte disparó dos proyectiles desde un ferrocarril, Corea del Sur probó con éxito su primer lanzamiento de un misil desde un submarino y Australia anunció la compra sin precedentes de unos modernos submarinos de propulsión nuclear y misiles de crucero Tomahawk a Estados Unidos.
China gasta en armas casi la mitad de lo que gasta toda Asia. A su vez ha aumentado esta partida presupuestaria anualmente desde hace 26 años, convirtiendo el Ejército Popular de Liberación en una moderna fuerza de combate.
El gasto de Pekín se estima en 252.000 millones de dólares anuales, que le permiten proyectar su poder en la región y desafiar el dominio estadounidense.
Por su parte Washington promueve la militarización en nombre de la disuasión, pensando así en elevar el coste para China de implicarse en un conflicto militar; dónde Washington ha estado «ayudando e incitando» a sus aliados, mientras que China y Japón escalan sus programas de defensa.