Pasan los años y el cuerpo cambia. Es inevitable: tarde o temprano todos los seres humanos terminaremos con la piel más arrugada y, probablemente, con la pérdida parcial de uno u otro sentido.
Pero quizás uno de los signos más evidentes (y simbólicos) de la vejez, está en el cabello: esos pelos blancos que, sin previo aviso, comienzan a aparecer.
Sin embargo, un nuevo experimento llevado a cabo por investigadores estadounidenses y brasileños confirma que no solo la vejez es la culpable de un pelo canoso sino también el estrés.
El estudio -publicado en la revista Nature– explica por qué esta condición mental afecta el color del cabello y revela una potencial solución para frenar la temida aparición de las canas.
¿Cómo hicieron el experimento?
Fue un hallazgo casual. Científicos de las universidades de Sao Paulo y Harvard estaban experimentando con ratones cuando notaron que, tras un intenso estrés, las células madre que controlan el color de la piel y el cabello, se habían dañado.
En cuestión de semanas, los ratones de pelaje oscuro se volvieron completamente blancos.