PUBLICIDAD

Lo que nada nos cuesta – Por: Álvaro Portilla Molina

WhatsApp

La extrema derecha amenazó al país con que el expresidente Juan Manuel Santos le iba a entregar el país a la guerrilla y nos íbamos a volver otra Venezuela, que nos iban a expropiar las fincas y nos iban a poner menos salario y más impuestos. Muchos colombianos aceptaron inocentemente esa mentira mil veces repetida hasta convertirla en verdad.

Lo cierto es que Santos le entregó el país fue a Uribe en cuerpo de Duque y ahora ya casi somos menos que Venezuela en muchos aspectos y estamos en el tercer año del gobierno más derrochador, frívolo y desconectado de toda nuestra historia.

Prometieron menos impuestos y más salarios. El resultado actual es que el poder adquisitivo del peso colombiano está en el sótano por cuenta de un dólar que ya casi llega a la barrera de los $4.000. Eso lo que significa es que todo, absolutamente todo es más caro y el incremento porcentual de la canasta básica está muy por encima de lo que este gobierno aumentó el salario mínimo.

El presidente Duque preso de un ego inmenso se gastó sólo en 2020 en plena pandemia 5.000 millones de pesos para mejorar su imagen. De acuerdo con la revista Semana (cuya misión es lavarle la cara), con eso alcanzaba para pagar más de medio centenar de respiradores, unas 20.000 pruebas de covid-19 o 55.500 mercados. También se hubieran podido mandado a fabricar (por la industria nacional) 7.142 camas hechas por Indumil o Cotecmar (a 700.000 pesos por cama) que hubiesen bastado para que muchas zonas del país como Amazonas o Chocó (que han manifestado su deficit de camas hospitalarias para los enfermos de coronavirus u otras enfermedades) pero el hombre prefirió gastarlo (más bien botarlo, porque de nada le sirvió) en su imagen.

Asimismo, al inicio de la pandemia se le ocurrió estrenar 23 camionetas blindadas para su esquema de protección; se gastó 9.600 millones, en marzo había comprado 18 tanquetas por 12.000 millones de pesos.

Si esos fueron gastos inútiles, hay que sumar 3.500 millones para la estrategia digital de la Presidencia en el 2020 y recientemente 898 millones de pesos para comunicaciones por parte del Ministerio de Defensa. Sólo para promocionar al país en Estados Unidos, se gastó 911 millones de pesos tan inútiles que a la fecha el presidente Biden lo único que le ha dado es un choque de puñitos casual en una reunión porque ni a la posesión lo invitaron.

Indiferente a cualquier reproche de esta conducta delirante de rey Midas invertido, su esposa hizo uso del avión presidencial, un Focker de la Fuerza Aérea, para transportar a varias personas que iban a celebrar el cumpleaños número ocho de su hija en la Hacienda Panaca, ubicada en Quimbaya, Quindío. Desde luego, él también fue en otro avión, de manera que el gasto en esa frivolidad fue doble.

De verdad estamos sumergidos en el surrealismo y en un arranque más de delirio, la primera dama, esto lo denunció el senador Ivan Marulanda, hizo la trayectoria Cartagena-Bogotá –Cartagena en el avión presidencial expreso, sólo para cambiarse de vestido. Ya uno no sabe si es mucha arrogancia o muy poca inteligencia porque si algo se puede comprar en Cartagena son vestidos elegantes y caros, pero no hay uno que cueste el capricho de ese vuelo. El programa cómico – político mexicano ¿Qué nos pasa? Jamás se atrevió a imaginar semejante vulgaridad, tremendo abuso del poder y menos en este, que es el país sub campeón del mundo en desigualdad y pobreza.

Como niño chiquito suelto de madrina en una piñata, se compró para la presidencia un helicóptero italiano, el Agusta Westland AW-139 que costó 12 millones de dólares, que no es nada comparado con lo que nos cuesta mantenerlo, porque Infobae reporta que Según el portal Aircraft Cost Calculator, basado en 450 horas de vuelo anuales y un costo de 16.000 pesos por galón de gasolina tiene un mantenimiento anual operativo que costará aproximadamente 5.183 millones de pesos, es decir, casi 11 millones de pesos por hora.

Faltan más, muchos más ejemplos de derroche y arrogancia, se hizo acuñar en su propio honor, 1.409 monedas -elaboradas en bronce y recubiertas en oro de 24 quilates y lo hace el mismo día en que sanciona la reforma tributaria, una ley que simboliza un apretón del cinturón para todos menos para la clase alta, que es un mínimo de la población. Las monedas nos costaron 41′917.000 de pesos.

Para una guerra internacional imaginaria se gastó 14 billones de pesos en 24 aviones de guerra (eso es un 14 con 12 ceros).

Expidió el 8 de abril el plan de austeridad que incluye reducción en viáticos, viajes, gastos de publicidad, prohibir condecoraciones y para el desarrollo de eventos privilegiar la virtualidad, aunque para los críticos, estos planes son un saludo a la bandera. Y para celebrarlo, se montó en el avión presidencial acompañado de una comitiva de 149 personas entre los que están sus familiares, sus amigos y una buena manada de burócratas que estamos pagando con nuestros impuestos. Todos saben que le encanta disfrazarse, ya sea de bombero, de policía, de campesino, de chamán, de llanero. Increíblemente, no fue capaz de disfrazarse de árabe, pero sí lo hizo de judío para posar en el muro de las lamentaciones con la Kipa puesta. Los hebreos la usan para orar como símbolo de que Dios está por encima de ellos. Quizá por eso la usó, porque a estas alturas ya debe estar convencido, en el paroxismo de su delirio, de qué ya es casi un dios cuyo evangelio se basa en la premisa de que lo que nada nos cuesta, hagámoslo fiesta.

Cuanto nos está costando este viaje no lo sabemos; cómo no sabemos qué pasó con los millonarios préstamos y donaciones internacionales en dólares para combatir el Covid 19.

No se puede ser tan miserable y desconectado de la realidad de un país asfixiado por la pobreza, el hambre y la falta de oportunidades. Ese es el dinero público, de los contribuyentes, nuestro dinero. Y en la costa dicen que el que riendo las hace, llorando las paga.